miércoles, 17 de noviembre de 2010

4.1 EL ORADOR Y LOS OYENTES.

El orador.

Son tres las partes esenciales en la oratoria: el orador, el lenguaje, el discurso; estas tres partes pueden ser perfeccionadas por medio de estas disciplinas que genéricamente se conocen con el nombre de educaciones.
La reflexión y el estudio de las cosas, que son las bases de toda ciencia y de todo el arte, claramente nos indican que los tres elementos hablados al principio, son susceptibles de educación y de desarrollo. Dice la voz popular que el poeta nace y el orador se hace. Y ya que vamos a ocuparnos de la oratoria, que es el arte de hablar ante el auditorio diremos como se forma un buen orador.
Si estudiamos a un buen orador, observaremos que hay algunos que comienzan a impresionarnos, desde que se presentan llegan con firmeza, su actitud es resuelta, su palabra tranquila su tono natural, van impulsados por una voluntad definida. Otros no tiene esta firmeza, pero cuando los escuchamos nos agrada el tono de su voz, tienen un timbre agradable que nos gusta y atrae nuestra atención. Otros no tiene la manera fácil de presentarse, no tienen seguridad ni desenvoltura; tampoco tienen la voz agradable, bien timbrada y potente. Pero los escuchamos y las palabras que nos van diciendo, van pintando con sus mágicos pinceles un cuadro brillante bello, arrebatador.
Ya tenemos lo que debe cumplir un buen orador; volvamos a repetirlas más claramente: son el primer término, el dominio de la voluntad que da la postura, la facilidad o la corrección. El cultivo de la voz que proporciona un tono agradable y flexible, capaz de los matices más variados. El cultivo de la inteligencia, nos da los conocimientos y el de las palabras que nos dan la facilidad de expresar nuestros pensamientos, en una forma bella e interesante.
Veamos ahora lo que se refiere al primer punto, que es el cultivo de la voluntad y del desarrollo. Es necesario desde luego que tratemos de pensar correctamente por pensar correctamente entendiendo, analizar toda cosa que veamos.
Es necesario que tratemos de hacer todos  nuestros movimientos, que nuestras posturas sean correctas, tratar de corregirlas en el caso de que no sean o de mejorarlas; al estar de pie, se debe evitar que las piernas estén separadas en la postura del coloso de Rodas; tampoco debemos estar rígidos como un soldado en la posición de firmes. Al sentarnos, también debemos evitar apotronarnos, abrir las piernas en una postura que además de ser antiestética denota pereza.

El orador va a dirigirse a las personas y necesita conocerlas, saber lo que a todos interesa y lo que a todos es indiferente, el orador deber ser un hombre que piense bien y cada una de sus palabras debe servir para expresar su pensamiento, no debe ser una maquina de disparar palabras.

(ALFREDO REYNA REGUERA 2da edición.)


OYENTE.

Debemos enseñarnos a escuchar, esto parece muy fácil y es sumamente difícil; escuchar no solo es el acto de percibir el sonido de las palabras, sino también el acto de pensar y atender a su significado. Existen entre en oído y los centros del lenguaje, es una estrecha conexión; todos sabemos que la forma más efectiva de aprender un idioma, consiste en oírlo. Para saber escuchar necesitamos aprender a fijar nuestra atención en las palabras que se nos dice; pensar en el significado del ella y en el sentido que encierran. Oyendo hablar se adquieren muchos conocimientos; la manera de pensar del que habla, nos dice mucho sobre su educación, su moral, sus conocimientos y sus costumbres.
 Las ideas básicas necesarias para que los oyentes comprendan la intención del orador; debe tener tres cualidades:
Primera. Clara: porque de la comprensión del oyente depende del éxito del objetivo deliberativo o persuasivo del orador en la mente del oyente.
Segunda. Breve: si se extiende demasiado puede robar tiempo y oportunidad al empleo de los recursos necesarios para la convicción y persuasión, y se corre el riesgo de cansar a los oyentes antes de los momentos culminantes del discurso.
Tercera. Verosímil: los hechos o ideas básicas deben presentarse coherentes con la realidad, de otra manera el oyente no se involucrará con la seriedad en el interés del orador.
 Nota.- A veces el discurso puede prescindir de la narración, cuando los hechos o ideas son perfectamente conocidos por el auditorio.

(MÜLLER DELGADO MARTHA VIRGINIA 1998.)


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